miércoles, 15 de diciembre de 2010

Análisis: El Organizador

Si yo hubiera podido ser futbolista habría elegido ser un mediocentro organizador. Un organizador puro, de esos que hoy en día casi se pueden contar con los dedos de una mano. Cuya mejor representación es Xavi. Y es que incluso pudiendo ser Messi habría preferido ser Xavi. No sé bien por qué. Quizá porque crecí futbolísticamente en La Romareda con la figura de Santiago Aragón.

Es fácil admirar hoy a Xavi. ¿Quién no lo hace? Una vez convertido en el mejor organizador que ha dado el fútbol. Y no creo que exagere. Pero yo recuerdo sus inicios, donde no era tan fácil de apreciar. Aquel Mundial sub-20 de 1999. Su juego clave en la sub-21. Ya podía vislumbrar en él eso que tenía Santi Aragón. Ese algo sutil. Esa capacidad para marcar el tempo a su antojo. A pesar de que mi mentor futbolístico me dijo por aquel tiempo que no le parecía gran cosa. Después, cuando ya comenzó a explotar en el Barça de Rijkaard, él mismo, mi mentor, me contó que le parecía incluso mejor que el gran Guardiola. Y a día de hoy Guardiola, como futbolista, parece pequeño al lado de Xavi. Pero me llena de orgullo haber sabido distinguirlo ya desde entonces. Igual que hoy puedo decir lo mismo de Nuri Şahin, a quien dediqué una de mis primeras entradas y ya se está convirtiendo en un futbolista de primer nivel liderando al imparable Borussia Dortmund en la Bundesliga. Otro organizador, por cierto.

Olviándonos de nombres, vamos a tratar de desmenuzar la figura del mediocentro organizador. ¿Qué es eso que lo hace tan especial y tan escaso? Tiene que saber conjugar las virtudes del '10' y del '4'. La calidad técnica, talento y visión de juego del mediapunta, por un lado; la recepción, pausa y criterio del mediocentro, por el otro. Ésa es la fórmula. Aplicarla es lo más difícil.

En lo referido a la calidad técnica no requiere sólo habilidad. Eso es lo de menos. Ha de ser capaz de llevar la pelota pegada al pie con la cabeza levantada, que es lo más complicado. Es decir, impecable control del balón. Si a esto añade la capacidad de girar sobre sí mismo en esta situación mientras busca la mejor opción, perfecto. Pero también ha de pensar con velocidad, antes de recibir la pelota, ya que de lo contrario tenderá a ralentizar el juego. Volvemos a la fórmula: cuantos menos toques dé, mayor velocidad aportará a la circulación del balón. Y eso es importante para abrir espacios y aprovecharlos en las líneas rivales. Ahí se encuentra el talento. Y la visión de juego, en ser capaz de dibujar en su mente todas las líneas de pase posibles. Escoger la más acertada en el menor tiempo posible será el criterio. No importa dar un pase de dos metros al compañero si sirve para mantener la posesión y seguir mascando la apertura del espacio. Es la pausa.

Debe ofrecerse siempre en la salida de balón. Moviéndose en diagonal al compañero poseedor del balón para facilitar la transición del mismo. Un pase diagonal siempre es más difícil de interceptar que uno horizontal o vertical. Esto también ha de aplicarlo a la hora de pasar la pelota él mismo. Así que no sólo necesita moverse él de este modo, sino también sus compañeros. Tocar y moverse. Tocar y moverse. Tocar y moverse. El estatismo va reñido con la circulación del balón. La dificulta. Ahí tenemos la recepción.

A todo esto podemos añadir, volviendo al punto de vista técnico, el desplazamiento de balón. Es otro punto relevante, ya que facilitará la capacidad de jugar en largo o en corto según sea necesario. Un pase largo en el momento preciso permitirá romper las líneas rivales, habilitando un ataque profundo, o incluso podrá ser una asistencia de gol. La pausa es importante, pero sin olvidar que en el fútbol, para hacer daño al rival, hay que ser vertical. La pausa excesiva vuelve previsible.

Y otro punto básico, relativo al criterio, es la capacidad de desahogar el juego. Esto se consigue moviendo de lado a lado. Si la zona donde se encuentra el balón se atasca de jugadores quiere decir que el otro lado va a estar más despoblado. Así se recuperará la fluidez. Es decir, saber volcar o cambiar en el momento oportuno el juego al lado contrario, a la otra banda. Un desplazamiento en largo lo facilitará.

Ya hemos dejado claro que el pase corto debe buscarse en diagonal por motivos obvios. El desplazamiento largo es algo más complejo. Igualmente debe ser diagonal. Un pase largo horizontal puede ser muy fácil de cortar y provocaría un contragolpe rival en la zona más despoblada. Sería letal. Jamás debe hacerse. Siempre en diagonal, y si es profundo, a la espalda de los defensores. Lo complejo se halla en el tipo de golpeo, dependiendo de la velocidad y dirección que se le quiera dar al balón. Lo ideal es un golpeo de empeine interior, con rosca. Como el que todo especialista a balón parado debería tener. También se puede emplear el empeine para balones más bombeados.

Es indispensable jugar siempre por y para el equipo. Asumir la responsabilidad de ser el conductor de juego y la referencia del mismo. Tener la fortaleza mental para llevar esto a cabo.

Si un jugador reúne todas estas virtudes, entonces puede ser un auténtico organizador. Algunas se pueden trabajar. Otras son innatas. En todas se debe tener un mínimo de calidad. Lo ideal es que la calidad sea amplia en la mayoría de ellas.

El día que muera el organizador, morirá el fútbol. No dejéis que ocurra nunca. Apreciadlo y disfrutadlo.